Anna Athanasopoulou, jefa de Unidad de Proximidad, Economía Social e Industrias Creativas de la Comisión Europea
Durante la pandemia, la demanda de economía social nunca ha sido mayor. Las organizaciones de economía social han sido un socio de confianza, actuando en primera línea de la crisis para atender las necesidades sanitarias y sociales urgentes.
He podido comprobar personalmente la solidaridad y la creatividad que muchas de ellas han demostrado durante los últimos meses, desde la ayuda para aumentar la producción de equipos médicos hasta la adaptación a la nueva realidad. Sin embargo, estas historias de éxito no deben hacernos olvidar que muchos actores del sector se vieron fuertemente afectados por la crisis. Muchos perdieron clientes, fueron más frágiles financieramente o, lo que es peor, tuvieron que cerrar sus actividades.
La crisis de la COVID-19 también exige “reconstruir mejor”. Ha sacado a la luz nuestras vulnerabilidades, exigiendo un replanteamiento de la organización de las actividades económicas y sociales.
La Agenda 2030 reconoce que es necesario un enfoque holístico y que seguir como hasta ahora ya no es una opción. Para hacer realidad los ODS, es crucial buscar estrategias de desarrollo alternativas y modelos económicos emergentes. Los modelos de economía social pueden desempeñar este papel promoviendo un desarrollo inclusivo y sostenible a través de innovaciones y prácticas sociales, institucionales y tecnológicas concretas.
Ya es hora de mirar más allá de la crisis a la que nos enfrentamos para trabajar en la construcción de una sociedad más justa, más próspera y más fuerte. La economía social es un excelente ejemplo de “economía que trabaja para las personas”. Ayuda a construir una Europa social, convirtiendo los principios del Pilar Europeo de Derechos Sociales en acciones con resultados concretos para los ciudadanos. Los actores de la economía social son los más adecuados para apoyar la ambiciosa agenda acordada entre los líderes europeos en Oporto, para dar forma al futuro de los derechos sociales en Europa.
También es necesario impulsar la sostenibilidad, que está en el centro de la agenda de la Comisión, haciendo que las transiciones verde y digital sean socialmente justas. La magnitud de la crisis hace más urgente adaptar nuestras prioridades, nuestra forma de vivir y consumir, y tener un mayor sentido del interés colectivo.
Para tener éxito tenemos que reconocer y abordar las barreras que todavía impiden a las organizaciones de la economía social y a las empresas sociales crecer y prosperar. También tenemos que ayudarles a convertirse en un pilar de nuestra transformación en una economía más ecológica y adaptada a la era digital.
En pocas palabras, debemos convertir los grandes retos a los que nos enfrentamos en oportunidades.
La Comisión Europea dará a conocer en las próximas semanas un Plan de Acción que tratará de impulsar las condiciones propicias para la economía social en toda Europa. Ayudaremos a los Estados miembros a crear más puestos de trabajo y crecimiento sostenible, servicios accesibles, fomentar la mejora de las cualificaciones, impulsar la transformación industrial, abordar los retos medioambientales o fortalecer las comunidades, en particular a nivel local.
Nos basaremos en la experiencia adquirida con la “Social Business Initiative” de 2011 y su seguimiento en el marco de la iniciativa “Start-up y Scale-up” de 2016.
También debemos tener una visión de la economía social y su lugar en la transformación industrial. A principios de mayo de 2021 la Comisión Europea actualizó su estrategia industrial e introdujo un nuevo enfoque basado en 14 ecosistemas industriales, que reúnen a actores públicos y privados, empresas grandes y pequeñas conectadas a lo largo de las cadenas de valor en diferentes Estados miembros. Entre ellos, el ecosistema “Proximidad, Economía Social y Seguridad Civil”.
Nuestro Informe Anual sobre el Mercado Único 2021 presenta ya un primer análisis de los múltiples retos a los que se enfrentan estos 14 ecosistemas industriales tal y como han sido identificados. También destaca algunas de las iniciativas de transformación ya emprendidas para lograr la doble transición verde y digital, y aumentar la resiliencia.
Estos análisis servirán para crear conjuntamente vías de transición para los distintos ecosistemas. Dichas vías ofrecerán una mejor comprensión de la magnitud, el coste, los beneficios a largo plazo y las condiciones para preparar acciones que ayuden a cada ecosistema a afrontar nuestros próximos retos sociales y económicos.
Debemos seguir trabajando en colaboración con todas las partes interesadas para tener éxito, co crear políticas de impacto para superar esta crisis y seguir el ritmo de las transformaciones en curso.
La Cumbre Europea de la Economía Social, que organizamos conjuntamente con la ciudad de Mannheim en la primavera de este año, es un brillante ejemplo de este proceso de cocreación. Dejó claro que los empresarios e innovadores activos en la economía social pueden impulsar estas ambiciones. En la Cumbre se expusieron las experiencias y las mejores prácticas de más de 3.000 participantes, que también transmitieron un claro mensaje de acción a través de la Declaración de Mannheim.
Estoy firmemente convencida de que la historia de la economía social es buena y puede impulsar la vitalidad y la inspiración que necesitamos para construir nuestro futuro verde, digital y resiliente. Es un vector que ayudará a «transformar» nuestra sociedad mediante la aplicación de prácticas y modelos económicos innovadores y orientados al valor, que se construyen en torno a un propósito social o basado en el ciudadano.
¡Que se reconozca y aproveche plenamente el potencial de la economía social!